sábado, 21 de septiembre de 2013

III


                                    CONVERSACIONES CON LA DAGA - III SPLEEN




Las lámparas me acechan, o mejor dicho, las lámparas me acechan salvaguardando lo único que queda.
 Nadie se preguntó su transcurso, ella sí lo hizo, mas a nadie importaba ni su pensamiento, la luz es lo único que importaba. Las lámparas son eternas, como dos chispas que abanican el vacío mientras uno se conforma solo con respirar. Ya ni te cuento quien se conforme con respirar el silencio de la umbría, entonces lámparas quedaban en nada y los pulmones del conforme solo eran dos esencias cansadas de trabajar.


Para aquel que nunca tuvo una lámpara siempre será de noche. Hay días que necesitan lámparas, y noches en las que mejor que no hubiesen existido nunca. Tardes en las que una lámpara te protege de otra luz que aterra y mañanas en las que la lámpara es lo primero que ves al despertar. Solo es una lámpara, solo es una luz, solo son acordes de brillo para la agridulce existencia.

domingo, 25 de agosto de 2013

II

Clava sus pies de plomo
En la fría, yerta, tierra
Que recorre el sendero
De los que tienen mirada eterna.

Susurra en sus pútridos oídos
Los clamores vociferantes del hastío,
Mas ellos no contestan;
Solo larvas pueden hablar con ellos.

Una cárcel de mármol sempiterna,
Que esconde sangre y arena en su haber;
Para las inanes miradas
Que en cada una de ella espera.

Y el cielo burlesco se torna en negro,
Para el errante que camina desalentado.
Que sueña ser preso de ese mármol

Y aún sigue con los pies clavados.

martes, 20 de agosto de 2013

I

                                                              PRIMER SPLEEN



En un mundo decadente, absorto cada vez más -a mi pesar- del arte, de la música, y todo eso que el neocostumbrismo terminó de anunciar; aquí, ahora, intento pronunciarme con el afán de escribirme, compartirme en esta ironía perpetua.

Quizá mi tono creativo no sea el más adecuado para el lector hedonista. La lágrima cuentan mejores historias que una sonrisa. Como el odio creó al amor, ¿ó fue al revés? Que Minos, Éaco y Radamante dicten sentencia.

Hasta otra